Pasando el Puente

Hay momentos de nuestra vida que actúan como Puentes.

Situaciones que nos dejan colgados, suspendidos…y esa sensación puede ser satisfactoria, porque los soportes sobre los que nos encontramos son firmes y muy altos, entonces, pareciera que tocamos las nubes y casi podemos volar…

Otras, los puentes sufren tremendos movimientos en su “superestructura” y los vanos que se alzan sobre los estribos, nos avisan de la inseguridad del paso…pero seguimos ahí…en ese viaducto, entre esa tierra de la que tomamos impulso y ese cielo que tocamos con los dedos.

En ocasiones, los puentes tienen los tramos demasiados deteriorados…grietas que nos hacen ver el desnivel por el que andamos, que nos preludia el vértigo de la caída…pero en esas situaciones hay que pensar: “si caigo, es porque estaba arriba, y si llegué aquí, puedo volver a intentarlo”. Es este punto, recuerdo el mito de Sísifo, condenado a subir una piedra enorme por una montaña, y cuando llegaba a la cima, ésta se le caía…

Puentes que unen un acontecimiento con otro…puentes, por los que pasamos y pareciera que se detiene el tiempo…

Puentes que unen un paisaje con un atardecer, el agua, el cielo…

El puente que atravieso me susurra todo lo que dejé atrás, para darme ánimos de avanzar con esperanza…todo lo vivido nos hace fuertes, seguros, lo bueno y lo malo se mezclan con el tiempo, y solo con cada paso se imponen los momentos más bellos …esos, que nos acompañarán siempre.

Me gustó contemplar ese, que ahora es como mi reflejo, solitario y tranquilo, firme y equilibrado… al pasar por él respiré y me llenó de un momento de paz.

Silencio a mi alrededor…, volví a sentir ese “efecto mariposa” que me lleva de un sitio a otro…Entonces comprendí que era otro regalo vital: suspendida sobre el Guadiana pasarán quizás muchos años hasta que podamos contemplarlo con la fuerza que ahora tiene…y yo, era parte de ese maravilloso paisaje.

Y es que la vida, al final se compone de estos momentos sublimes, efímeros, pero intensos.

No quiero buscar esa felicidad según “los paradigmas impuestos”, prefiero ser feliz con aquello que la vida me da cada día.