22 dic 2011

A la orilla del río...seguiré el camino



Habíamos dormido poco más de cinco horas, pero nos pintamos la mejor de nuestras sonrisas, al comprobar que la primera luz de ese domingo, último de noviembre, nos anunciaba un sol espléndido que definiría una alborada intensa para nuestro camino hacia “Las hoces del Guadiana”

Había un pequeño problema, mi compi de ruta había olvidado coger el teléfono y las coordenadas que recordaba donde había que ir eran: A las 9’00 en la plaza de Arroba de los Montes…ya íbamos tarde…pero es que hay personas que no aprendemos!



Por eso de “la prisa mata”, saboreábamos el camino al son de Vetusta y mientras que se abrían estelas con ese verde intenso de los olivares bañados de rocío, custodiados de un cielo limpio y radiante, hasta que conseguimos llegar puntuales a la cita, algo “impensable” en nosotros, pudimos hacer lo que mejor sabemos: hablar con tanta sinceridad, que pocas personas podrían entender!

Una vez allí, a su expresión “mecaguenrosssssss”, después de haber dado unas vueltas por el pueblo en cuestión, preguntar a los abuelos de la Plaza si había otra plaza, buscarla por si desconocían la existencia del punto de encuentro donde nosotros teníamos que encontrarnos con los compis de Soku-anda, y ver que el reloj avanzaba sin remedio, resultó que…-”era en Puebla de Don Rodrigo”-… y es que en la vida… “hay que tener j’arte pa’ salir de tu casa, y no saber dónde vas, aunque hayas quedado con más de 20 personas” y por eso, hoy mis palabras las dedico a uno de estos amigos a los que quiero y que si no hiciera de vez en cuando, una de las suyas: “joseladas” es que no sería él.


Pero como en la propia vida, no importa “los reveses”, lo importante es el resultado y solo puedo decir, que cuatro horas bordeando el Guadiana por sus Hoces, ha sido uno de esos senderos que ya será difícil de olvidar, por todo lo que allí viví, la infinitud de este paisaje que me cautiva cada vez más, la luminosidad que desprendían los olivares pletóricos de fruto, las laderas de jarales acompañándonos por cada sendero, los madroños, cantuesos, las encimas, los enebros y los nenúfares.


Desde lo alto del monte lleno de carrascas, la vista panorámica del río y las rañas, nos regaló un gran espectáculo para nuestras retinas, plasmado con intensas pinceladas por la fuerza que desprendía la tierra y el infinito intensamente azul que se hace más cautivador al ser un cielo otoñal, y entonces al respirar profundamente, cogimos fuerzas para enfrentarnos al cortafuego y su acusada pendiente que nos llevaría al remanso de “La tabla del Burdalillo”

Es una ruta suave, salvo el impulso que hace falta para ascender la ultima pendiente, pero desde aquí aprovecho para animar a recorrer esta zona hasta el Monte del Valhondillo, que limita con la provincia de Extremadura.

Un día inolvidable por el entorno natural, especial por haber contactado con un grupo tan afable como eran todos los de Soku-anda y gratificante porque aprendemos que no hay problemas cuando las cosas “no salen como pensábamos desde un principio”, lo importante es que al final, todo sale bien! (recordémoslo, cuando se difumina en nuestro recuerdo). Y ahora, solo queda volver, volver…volver!
PD: perdona que "mi inspiración" tardara tanto en despertar...pero sabes que no dejo de pensar.
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un vuelo sinuoso