29 may 2012

Los amantes




“Los amantes”, como así se denominó esta obra cuando fue exhibida, por primera vez, en La Exposición de Arte de 1908, junto a “Las Tres Edades de la Mujer”, es sin duda un icono de sensualidad, donde podemos recrearnos en la idealización de un momento tan fugaz e intenso como es un beso….

Pero más allá de esa belleza, de esos destellos dorados que remiten a la influencia de los iconos bizantinos y rusos, está el lado oscuro, ese que pocas veces llegamos a conocer, y que se esconde para mantener historias idílicas, conforme a lo que algunos desean, pero ¿No es mejor conocer el lenguaje que se esconde más allá de lo evidente? ¿No es mejor mirar de frente? ¿A los ojos?

¿Por qué estos amantes no se miran?

Gustav Klimt fue un pintor al que se contó siempre numerosas amantes, y entre tantas, nunca admitió que la musa de su cuadro más conocido fue una mujer con nombre, de carne y hueso, y un corazón palpitante.

Prefirió alegar a su poder creador y quitándole su identidad, la redujo a poco más que “heroína imaginaria”…

Pero la historia habla de Emili Flögue, que era una niña de 12 años cuando conoció al carismático pintor, cuando fue contratado por los padres de Emili, para que ésta recibiera nociones de dibujo.

Entre ambos existiría una relación marcada por el secreto y la sensualidad, que durante años defendieron bajo la proclama de que el suyo, era un amor platónico, pese a que se veían diariamente y compartían los veranos juntos, y Emilie fue introducida por su maestro en el mundo bohemio de artistas disolutos, lo cierto y verdad, es que el pintor se llevó a la tumba el secreto de su relación con Emilie, a la que pudo llegar a seducir cuando ésta contaba con 17 años.

Como en casi todas las historias de amor, hay capítulos muy conocidos, que iluminan y casi producen destellos en aquellos que contemplan la escena, como esta obra, con sus ricos tejidos de dibujos geométricos, pero también hay pequeños detalles que se escapan a primera vista, y pueden llegar a ser muy importantes.

La escena, queda centrada con un gesto ¿de pasión?, ¿un beso?

Pero a su vez, las posturas son forzadas, cuerpos carentes de relajación, donde él no se sabe si está de pie o arrodillado, y la figura de ella, sí queda patente que está arrodillada, en una pequeña parcela de tierra florecida, que termina bruscamente dejando sus pies colgando.

¿Son unos amantes al borde del abismo?

Creo que lo más maravilloso del Arte, es que irradia un pálpito, en función de nuestro propio estado anímico.

Así, si contemplamos esta obra estando enamorados, nos conmoverá esa fusión de cuerpos, ese arranque de pasión, sentiremos el beso como nuestro…

Por el contrario, si nos arrastra un desamor que nos ahogó de hastío e incomprensión, nos podemos sentir como “amante”, negada, silenciada, despedida al borde de un precipicio, en un gesto donde ni tan siquiera una mirada puede dar cabida a peor destino, que el verse y sentirse engañada una y mil veces, sabiendo, que “el genio”, podrá tomarse la licencia de borrarnos de su vida, alegando “haber sido inspirado por las musas de su artisticidad”… 
 




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