Las risas de mis amigas, cuando debatían sobre “Pedir peras al olmo” entremezcladas con la armonía de ese temita desconocido de “James”, las nubes de algodón desdibujando el destino y esa Mancha que me tiene cada vez más enamorada, con las viñas ya verdeando, y la tierra, potenciando su fuerza mientras convierte el horizonte en un pardo infinito…salpicado de amapolas…
¿Por qué nos empeñamos en “pedir peras al olmo”? ¿Será que las peras no son suficientes? ¿Será que la búsqueda incansable es más alentadora que recoger los frutos que caen?
¿Y si ya no esperáramos esos “imposibles”? ¿Y si…nos rendimos a lo evidente y dejáramos de persistir en ese empeño de “cambiar lo que no tiene vuelta”?
Entonces, sería como asumir que hemos perdido el tiempo, aquel pasado en el que nos alentaba la búsqueda de algo que llevamos dentro, de algo que creemos que existe, de algo que quizás puede ocurrir…
Y si un día dijéramos: “Vale, ya está!” “No te pediré lo que no puedes darme!”, ese día la esperanza morirá…irremediablemente.
Quizás por eso somos capaces de debatir horas y horas sobre lo que queremos y no alcanzamos, sobre lo que alcanzamos y nos gustaría que fuera diferente en matices, incluso podemos hacer de esos matices una paleta cromática infinita…
Pediría que llegara el día que solo pudiéramos reírnos de todo!…solo eso.
Quiero reírme cuando no me quieran, como yo quisiera ser querida, y reírme, cuando me quieran pero yo no pueda querer en la misma medida. Quiero reírme de los perales que dan frutos y no dan sombra y de los olmos gigantes que solo sirven para que tengamos una referencia…
Quiero que llegue el día que ni unos ni otros sean importantes…quiero solo tener ese cielo como horizonte, esas risas como compañía y una buena canción para recordar los buenos momentos…